Tuesday, August 01, 2006







El tiempo de otra tierra
Novela






Mía
02 Nov 1999

Esta mañana hubo arco iris circular, ¿has visto uno alguna vez? Tal vez sí. Aparecen con el rocío, la niebla y la lluvia. Atraviesan el espacio y en su trayectoria unen dos de sus puntos. A nosotros nos sucedió similar. Nos unió un arco iris invisible cuyo espectro son las fluctuaciones de tus vibraciones y las mías; y es como una flecha, veloz y ligera: liquidó nuestro tránsito temporal dejándonos solos aquí, sin principios ni finales. Sin duda Elisa, los arco iris son flechas... sí, eso son.

Llegado el ocaso, sentí sus últimos rayos abrazarme como lo haría una mujer; como si tu cabello cayera sobre mis hombros y, de un extraño modo, sus hebras me protegieran de las alteraciones del medio, dándome una sensación de bienestar, como si en verdad no hubiera origen, cesación, muerte ni círculo de existencias.

Hace un momento salí hacia aquí, desde donde te escribo, la biblioteca. Son las once, hora en que aprovecho para estudiar y desarrollar algunos temas interesantes. No obstante, estás tú y tienes la prioridad. Y es que sin ti no hay conocimiento ni verdad, antípoda, esposa; vengo todas las noches de lunes a domingo. Este es mi centro de esparcimiento, a sólo una cuadra de mi casa. A veces, cuando la ansiedad domina, camino hacia el centro de la ciudad o visito a alguno de mis amigos.
Sobre todo a uno, muy bacán, ya verás; su cerebro es todo un misterio incluso para los doctos hombres de ciencia: Marco.

Cuando hablamos, analizamos todo con un toque de limón. Hemos sido amigos desde el colegio y aún ahora nos seguimos viendo, por eso es como un hermano. Pero, a pesar de lo interesante que puede resultar una persona, debes tener mucho cuidado, porque es como tu espejo, tu propio Dorian Grey. Una canción de Charly habla sobre este asunto, de que cada persona es una parcela o partícula de tu ser. Llega un punto, Elisa, en que nosotros, los poetas, nos convertimos en verdaderos guardabosques, jardineros de nuestra complicada circunstancia... aunque... a veces sea yo quien resulta excediéndose en ironía, quien se cansa de ver tanto y tan poco.

Ayer vino a mi casa, puse una cinta de John Lennon justo cuando le comentaba lo vana que es la existencia del hombre moderno, pues para él la vida es un conjunto de alegres miserias y tristes vanidades o, como a veces dice, una sucesión de cuchillos afilados por el tiempo. Por cierto, le conté que me había enamorado. Me preguntó de quien y cómo sucedió; le dije que de una mujer que conocí en un café, que sólo cruzamos miradas y luego desapareció entre un gentío y una maraña de voces confusas. De hecho, le pareció cursi la idea de haberme enamorado de tu alma tan rápidamente... me reí para mis fueros internos. En la radio, la melodía embriagante de John entonaba “Across the universe”. En ese momento mi corazón estuvo contigo.

No sé si te sucede, pero al dialogar con gente como mi amigo, me siento embriagado. “El vino fluye rojo a lo largo de las generaciones, como el río del tiempo”, dice Borges. Y así es, las uvas no necesariamente deben saber que algún día serán vino.

Ahora sabes que eres la única persona que puede hacerme regresar de este viaje, que puede hacerme sentir más vivo, pues ya no somos tú o yo, sino tú, yo, y “tu y yo”. El amor es la personificación de tres y de uno. A veces me siento un poco complicado. Creo que me comprendes princesa mía. Escríbeme todo lo que puedas.

Somos uno.

César