Monday, June 12, 2006

El tiempo de otra tierra
Novela
Toda la vida nos da música
28 Oct. 1999

Me gustó mucho lo que dijiste, gracias por tus obsequios. Las palabras exactas, coherentes, dichas con emoción y sutileza, son un regalo. Gracias. Elisa, son extrañas las relaciones vía cables y alambres, pero también son únicas. Son extrañas porque este instante es como irreal, porque lo que divide tu calor y el mío es sólo una red arácnida de metal... si supieran todo lo que se inventa el hombre para olvidarse de sí mismo... máquinas prodigiosas para dividir. Únicamente han logrado dividir; por eso, cada día se alarga la brecha entre los seres humanos. Antiguamente, sólo una cosa dividía a los seres: el iris; su sola presencia probaba la existencia de un Exterior, aunque de Él nadie tenía certeza concreta. Cuando sentimos nuestro centro de gravedad desplazarse, es el momento cuando se desdobla la conciencia hacia afuera. Sólo en ese momento se revela el sagrado recinto del alma. La esfera-herramienta del hombre es hoy una pálida y brillante pantalla de ordenador; no pretende explicar que no hay división, sólo decir que Todo es nuestro, que necesitamos desarrollar el Espíritu redactor del hombre. Revelará esencias puras. Sólo hay que mirar hacia un punto en ese horizonte.
Así como el iris separa la Luz de la Sombra, también los une. Si levantamos el velo, estarás tú, junto a mí.

¿En realidad crees que soy triste? La melancolía no es tristeza, ni asimetría. Todo está en perfecto orden. Todo está. A mi café hecho cuatro cucharadas de azúcar. Puedo sumirme en la más honda de las tristezas, perpetrar los muros, morir sin que eso signifique no gozar de la sensación de ser todos los estados, miserables y sublimes de la materia, sus leyes, perderme en la sima de nuestros abismos, para finalmente ir hacia donde nacen las estrellas, limpio, con ganas de sonreír, porque si tus sentidos no lo entienden, tus ojos sólo deberán brillar. Amar, gozar lo más simple y alto de la naturaleza y ser uno con ella.

Las palabras sólo se suceden, fluyen. Y todo lo escrito en el papel, no es nada sin el sentimiento de tener el cerca el aliento, el calor de tu mujer susurrándote, Elisa. Luego, despertar en la mañana por el Sol y sentir el aroma de la piel cuando despierta en el calor del día.
Estamos vivos Elisa, vivos.

Ahora, ¿en verdad crees que soy triste? Siempre es sólo un momento. Bueno, tengo que irme. Hace un sol intenso y creo que voy a la playa.

Un abrazo con 2345623454564564333 planetas de cariño,
César.