
Ecran
Corazón, sí, es tarde; son exactamente las 11.00 p.m. y creí conveniente cerrar el círculo con este último mensaje; puedes responder o no, pero este, precisamente, es el último.

Siento mucho tener que escribir esto, siento ira por cómo termina algo que bien pudo ser inmortal. Creo que, si hubiésemos depuesto nuestro egoísmo desde el principio, todos los miedos y tribulaciones, los océanos a donde llegamos los ríos humanos, todo, sería nuestro, trabajaría a nuestro favor, siendo creación de una voluntad avatar superior a la nuestra. Sin embargo estamos aquí, sintiéndonos extraños en nuestra propia tierra.

Sé que sientes lo mismo. Puedo verte como a través de un ecran. Sentada ahí, dándote un respiro, odiándome sin razón, apasionadamente. Intuyes el final de este derrotero sin haber atisbado si quiera su profundidad; aún así, vas hacia el fondo, guiada por la certeza de tu instinto y la memoria de una dulce promesa inmortal. Y es que me conoces tan bien que sabes hallarás, al concluir la lectura, una prolongación física de mi ser o, quizá, el vano mecanismo de defensa que remontará tus recuerdos hacia los estratos más lejanos, hacia otras latitudes donde tus emociones buscarán ser una sola floración. Llama perpetua, solar y rescoldo de noches y días; compañera, el desasosiego y la fortuna. Olvidar debemos, sellar esta última puerta y dejar este cuándo y cómo, girar y no volver.



Tomé la decisión de entregar mi tiempo a la voluntad –y en consecuencia, al amor- de la poesía, con mis canciones, con mis anhelos, con mis sueños que son los tuyos también. Me conoces bien. Conoces bien mis paisajes. Ello explica por qué, a pesar de mi crueldad, aún quieres terminar el relato. Pero en el amor, mi Amor, o das todo, o lo pierdes definitivamente. ¿Qué buscamos si nada perdemos? ¿Qué soñamos sino la bestial naturaleza del amor?
Por habitaciones y pétalos de mi Rosa
Frente al mar
A una cierta luna creciente
Encendimos un velero por el último sol extinguiéndose en el marLos astros derramaron licor sobre la Cúpula Oscura
Y dibujaron un Rostro en la orilla
Sin tener en cuenta el Mensaje de las tumbas
Ni los Rostros Vicarios de la sombra
Ella subió a la azotea de su casa y vio a la Aurora esperar desde siempre
Las grietas de la ciudad curándose
El tiempo detenido sobre la ventana de su alcoba
Luceros desnudos y pulsares atentos a ella
Y la pluma de un ángel de hierro en el pisoVacía de su Seno el cosmos
Y bebe la noche por el talleEl Alba
El camino es perfecto y placentero el aroma de Dios
Curvatura de luz

Ayer, mientras hablábamos, tuve la impresión de que te encontrabas a kilómetros de distancia. Sentí que no estabas. No dejé notar mi desazón, pero en verdad entendí que la persona que estaba a mi lado, moviendo tus labios, no eras tú.

Debo terminar este mensaje antes de comprender que no podré olvidarte. Alguna vez te dije que la libertad plena es lo único humano realmente nuestro. Sólo importa nuestras voces viajando entre las aristas del cosmos, hacia las fronteras más lejanas del universo, sobre vitelas misteriosas, abrazados a la sangre con que escribo, atravesando los mares de lo eterno. Por eso mi deseo no era atar o encadenar la voluntad de alguien -hasta que la muerte nos separe- sólo por cumplir la consigna de un sagrado compromiso. Sólo una cosa: lo que el hombre no puede sostener, tampoco Dios lo hará. Tampoco el tiempo... que se empieza a desperdigar.
Quiero que leas esta canción. Es de un músico inglés llamado Nick Cave. La adaptación es mía.
YO DEJO ENTRAR EL AMOR
He buscado en los libros sagrados,
En las calles y en el vapor de tus avenidas
Intenté desentrañar
El misterio de Jesús
Y de María Magdalena…
Leí a los poetas y a los analistas,
He buscado en cada átomo de tierra
Una respuesta que se negaba a ser encontrada...
Yo la amaba entonces y supongo que la amo todavía
Suya es la cara que veo cuando el rumor del día se pone
Ella vive en mi sangre y mi piel
Su condición de animal salvaje, su pelo negro
Sus labios de invierno tan fríos como la piedra
Yo fui su hombre, su sueño hecho carne
Pero hay cosas que ni siquiera el amor permitirá
Yo retuve su mano pero no la sostengo ahora
Yo no sé porqué y no sé cómo
Pero ella no existe ahora
Esta es su mirada
La que yo más amaba
Sus ojos marrones contemplaban desde el cielo
El anillo plateado de mi cornamenta
Lucía como el sol en sus ojos
Y esta es una de mis tantas palabras
Hechas trocitos por su mano de pequeños dedos
Yo fui su hombre de corazón agitado
Y aunque he intentado abatir su fantasma
Ella se mueve a través de mí, incluso ahora
Justo ahora, que alguien me espera