Wednesday, June 21, 2006







El tiempo de otra tierra
Novela






Hola
29 Oct 1999

Hoy, después de algunos días de silencio, me doy cuenta cuán vitales son para mí tus palabras. Son lo único que me puede hacer sentir real. Por eso necesito dar continuidad a este diálogo; háblame más sobre ti. Necesito detalles sobre tu infancia, lo que recuerdes, tus primeros años o tus aprendizajes más importantes, o lo que hacías el día que nos conocimos navegando por estas directrices, en este otro tiempo.

Son las diez de la noche desde mi cafetería. Acabo de leer tu mensaje y no puedo evitar sentir melancolía, una sed que no aplacará el agua: la tristeza del corazón. Son cada vez más grandes las ganas que tengo de estrecharte… en verdad es lo único que necesito ahora.

Elisa, en estos días de locura finisecular, de gente tan indiferente y distante, lo único que me purifica de toda tristeza es el sutil aroma del aire, la idea de tu sombra. Todo hoy evoca tu nombre.

Nothing compares to you es la canción que estoy escuchando, la que me hace desaparecer del mundo. Si no la conoces, imagina una voz femenina capaz de hilvanar sentimientos muy intensos y puros. Escuchar a alguien decir nada se compara a ti con tanta pasión, recuerda la legitimidad de los sentimientos verbalizados con la voluntad del corazón. La canción es original de Prince, pero Sinnead la interpreta mejor. Imagino a sus músicos extáticos tañéndola, interiorizando un profundo sentimiento de libertad. Y en el fondo, yace ella o su voz, bellísima, sobre un lecho éter.

Ahora que recuerdo, y espero no aburrirte con mi pasión por la música, el jazz es otra de las cosas capaces de aplacar el fuego latente de mi alma. Tiene mucho del ritmo vertiginoso de las ciudades modernas, desde el movimiento violento de las falanges hasta los signos externos que evidencian gozo o desazón en el intérprete: abstracciones suyas que no hacen otra cosa que sensibilizarnos, revelar el panorama social humano tanto en su grandeza como en el vacío en que se hallare. Imagina la vida en sociedad: una música total, totalizadora, turbulenta, caótica pero a la vez sublime, que sólo algunos perciben e interpretan recreándonos su verdad. A esto jugaron Mozart, Bethoven, Chopin, incluso Charly García y Patrick Süskind; este último, autor de El Perfume, novela que narra, cadenciosamente, con una musicalidad exquisita y muy bien administrada, la pureza ontológica de un asesino, un terato, una entidad densa y sórdida pero también inocente, pura hasta la hermosura.

Las Meninas: cuadro en el que estoy pensando desde hace unos días. Velásquez es el pintor que dio la pincelada primera y última de las tendencias artísticas modernas, llámense vanguardia, que han logrado fusionar los mass media con las artes plásticas, y que, pretenciosamente, creen ser los primeros en hacer interactuar la ilusión con la realidad. ¡Ah! Velásquez, si supieras que aún hay quienes creen en la existencia del alma.

Velazquez hizo en la pintura lo que Borges en la literatura. Nunca firmaba sus cuadros, se pintaba a sí mismo como personaje de sus escenas, mirando desafiante hacia afuera del lienzo. Dalí es un caso aparte, más moderno pero no menos artificioso. Sus ojos saltones parecen tragarse el alma del fotógrafo. Esa mirada, antes desafiante, hoy luce idiota, y su bigote engominado, ridículo. Muero por cortárselos. Si en su tiempo alguien lo hubiera hecho, hoy seria más famoso que Chapman. Por eso, Princesa, lo importante de sentirse vivo es el beso, no la palabra, no la verdad ni la mentira, pero sí la belleza. Elisa: mi Beatriz, mi Maga y mi Gala; unicornio azul: nadie encuentra en el arte un reemplazo, ni los poetas, ni la Real academia de la lengua española. Nadie ha podido hallar una palabra en verdad transgresora que restituya nuestra prístina identidad. Creo que si alguna vez se pronuncia, terminaría la poesía, dejaría de ser un misterio.

¿Quieres saber algo más sobre mí? Acostumbro reunirme con amigos, bebemos un poco, prefiero el vino, conversamos sobre temas profundos y hasta a veces trascendentes; terminamos las charlas con sed, como el oso que sale del río con el pez entre sus colmillos, y por eso bebemos divino licor. En mi jardín sólo tengo rosas, girasoles y árboles frutales. Vivo con mi padre, pintor, y mi madre, lindísima. Escribo en el periódico y emparento con los poetas de ésta, mi muelle y perdida ciudad. Publiqué algunos poemas sueltos y cuentos en publicaciones diversas. Ahora escribo un triste testimonio epistolar. Su espacio, esta pálida dimensión de la existencia.