Tuesday, May 02, 2006

Nenúfares blancos
Cuentan los maestros de los bosques, en su infinita sabiduría, que, gracias a un lento pero constante proceso de purificación, ciertas configuraciones despiertan en el Firmamento, amplifican las auras de las células vitales que somos generando un espacio de compenetración colectiva. "Quienes poseen ojos para ver, contemplen el prodigio, sepan que los mensajes depositados en ustedes -si entregaron su voluntad al orden establecido en el Principio- se revelarán, y será una valiosa experiencia de progreso personal" fueron las palabras del maestro principal, durante un ofertorio en una noche inolvidable, donde todas los tiempos y las distancias fueron uno.

"El Amor verdadero -continuó- será su única salida hacia la liberación totalizadora. Criaturas y máquinas semejantes a tu propia identidad emergerán del abismo, y el Universo, tal y como ha sido concebido, les pertenecerá.


Nephilim


El cadáver pútrido del chacal yace inerte y medio hundido sobre la arena. Sugerente como un cuadro surrealista. Arriba, a punto de colimación, las aves afinan su vista; detectaron el punto exacto de la salida del alma del cuerpo del cánido. Abarcan la totalidad del paisaje, pirámides, esfinges... un examen detallado del cadáver les revela un enjambre de moscas adheridas a su cuerpo. Asociaron al cánido con el dios Anubis, aquel que mide el corazón de los mortales para el viaje del alma hacia el reino del dios verde, Osiris. Ellas contemplan la periferia desde lo alto. Atacan. Una nube de moscas desperdigadas. Huyen y luego sólo algunas retornan al cuerpo.

Las moscas no tienen la menor idea de que la Gran Pirámide egipcia está en el centro exacto de la superficie terrestre, dividiendo la Tierra en dos cuadrantes aproximadamente iguales (1). En realidad, para ser sinceros, ellas no tienen por qué enterarse de estas cosas. Nada más observan a las pirámides divididas en ocho mil piezas hexagonales perfectamente organizadas en cada omatídeo color verde brillantísimo mientras regurgitan los vestigios nauseabundos del animal.

Ya satisfechas, levantan vuelo y se dividen haciendo piruetas acrobáticas en espiral.

No muy lejos del lugar, Gizah, todo Israel restituye -una vez más- su rutina diaria. Incluso, en casa de Besaleel y Marta, un grupo diligente de pequeñas entidades se comunica entre sí indiferente de la discusión que sostienen los esposos. Había que cumplir una consigna: conseguir alimento para los retoños. Y, para aquel grupo de hormigas, no había otra razón para detenerse en esa gran caja de resonancias.

Las oscilaciones de onda procedentes de unas migajas de pan sobre la mesa donde discutían Besaleel y Marta eran tan vivaces y deliciosas que, al propagarse por la casa, alteraron la perturbación original de sus telecomunicaciones. El mensaje resultante se agitaba por el medio, impactando de receptor en receptor, haciendo que llegaran a la unánime conclusión de que debían subir por la base de la mesa y dirigirse hacia donde discutía excitadamente el enemigo.

Captaron el movimiento de cada partícula desde su posición de equilibrio. Se telegrafiaron las unas a las otras que el foco de las ondas estaba sobre la mesa; calcularon la distancia, enviaron una parte de la tropa a la vanguardia, dejaron otra en la retaguardia, y se dispusieron en orden…

- ¿Para qué te quiere el viejo ahora? -reclamó Marta, con un ademán áspero de manos y el mentón levantado-.

- El viejo, como tú lo llamas irrespetuosamente, solicita mi presencia para asuntos que no te incumben en lo más mínimo, mujer. - Salió de su presencia y fue a reunirse con los otros alquimistas, entre ellos Hiram Balaam y Ooliab -.

La mujer comenzó a entablar un soliloquio alterado,...

Curiosamente, la representación de distancia en el conciente colectivo de los guías de la tribu generó una separación adecuada para que las informaciones se propaguen entre uno y otro individuo con fluidez, desde el primero hasta el último de la fila. La primera hormiguita fue hacia la mesa; otra hormiguita la siguió. Una fila interminable de poderosos centinelas se sucedió desde la primera hormigui...

...repitiendo las mismas lamentaciones una y otra vez: que ya estaba harta del pan del cielo con sabor a miel, que cada vez que lo comía tenía ganas de vomitar hasta los remordimientos de la conciencia; que la última vez que comieron codornices fue hace tanto tiempo que hasta se olvidó de su sabor; que las sandalias de cuero estaban desgastándose; que no era momento para que naciera otro hijo; que...

...ta, a la que siguieron sin remilgos, y otra la continuó; y después de ellas, el resto las s...

...el frío de la noche era insoportable; que el calor del día era peor aún; que era mejor volver a la tierra de Egipto porque allí comían cebollas, ajos, carne; que era pre...

...ecundó. Una comenzó a subir por la mesa y tras ella, siguió otra, que siguió a otra, que siguió a o...

...ferible llevar una vida útil aunque fuese para hacer ladrillos con paja y recibir chicotazos en la espal...

…tra.

…da.

De pronto apoyó fuertemente su mano sobre la mesa, aplastando por lo menos a siete de ellas, que se revolvían de dolor en medio de sus propios restos físicos. Una cabecita, incluso, todavía se movía independiente de su cuerpo-puré; una patita, cerca de su cuerpo, se movía como teniendo movimientos peristálticos. Una de las sobrevivientes intentó cargar a su colega occiso y a otras dos. Las levantó juntas como un Sansón insectil, poniéndose a salvo de la mano de la gigante mujer. Ella no percibió nada de eso y siguió con sus monólogos así como Besaleel en otra parte continuaba sus contubernios (2).

Uno a uno los cadáveres fueron transportados por sus congéneres, pues, cuando alguno fenece, es devorado y reemplazado inmediatamente por otro, sin que su ausencia cause algún alboroto en la red nerviosa que compone la conciencia colectiva de la tribu. Ellas, las hormigas, poseen conciencia colectiva y su divinidad es el Uno. Y su razón de vida es, simplemente, la continuidad de su orden.

Marta, en la tienda, continuaba su parlamento nutriéndose de sus lamentaciones; su deseo de llegar a una tierra resplandeciente donde todo sería perfecto -abundante leche y miel, riquezas y lujo-, la cegaba de todo cuanto la podía regocijar. Se imaginaba a sí misma cruzando hacia la Jerusalem arquetípica imitando el ingrávido desplazamiento de las mujeres del Faraón.

Las hormigas, en apariencia insignificantes, vieron el amanecer y atardecer de Egipto y de todas sus eras precursoras; conocieron el rostro completo del guardián, la Esfinge (3), que se yergue amenazante sobre todo cuanto su mirada abarca: no sólo la Necrópolis egipcia, sino toda la triste esfera que la rodea, abundante en criaturas inicuas y grotescas, admirables y bellas, todo al mismo tiempo. Una selva lujuriante condenada a secarse bajo un Sol inexorable.

Acontece la existencia sin necesidad de que el hombre sea totalmente conciente de su profusión. Aunque requerimos de su contemplación para absolver nuestras dudas y satisfacer nuestras necesidades, preferimos servirnos de ella para luego olvidarla. No obstante su análisis y protección no sólo mejora nuestra calidad de vida, sino la prolonga. Un leve atisbo de esa gran manifestación aplacaría nuestra sed de paz. Acontece el tiempo, y paralelamente, otro, y otro… así como se suceden una tras otra las hormigas en casa de Besaleel, transportando a sus congéneres, perfectamente organizadas para resolver sus entuertos y procurarse el combustible vital.

Si construyeron ciudades enteras en cavidades, hacerse de una migaja de pan era, a fin de cunetas, un "juego de niños-hormiga".

En hebreo, la palabra NEPHILIM recuerda la palabra NEMÂLÂH, que significa hormiga. En lenguas venidas de la tribu de Jafet, hijo de Noé, la palabra Morui significa también lo mismo. A esta palabra se le quita la M, y queda Orui, que significa Orión. Según la arquitectura ancestral, las 3 estrellas de Orión forman una imagen tripartita de cabeza, abdomen y tórax. Bajo el firmamento de las razas meso amerindias, descendientes de los hijos de Caín, se creía que hombres-hormiga o dioses-bestia, extrañas maravillas de la naturaleza, habían construido en el remoto origen de sus naciones, ciudades de piedra, verdaderos ingenios que burlaron el absurdo de una vida humana exigua, corta y efímera como nubes transitorias.

Besaleel, en alguna parte del cosmos, aplicaba junto con sus contertulios un poco de oro en polvo en una bebida mágica que les protegería de cualquier error durante sus operaciones alquímicas. Vinieron a su memoria en ese preciso momento los recuerdos de un país llamado Pirua -la tierra del oro de Opir- y las líneas gigantescas de su desierto, imposibles de rastrear en el tiempo, cuyo mensaje ahora le era revelado. Una de ellas, la araña, apuntaba exactamente a la misma Constelación de la Araña. Esto le recordó algo sobre los Señores de aquellos lejanos dominios, de quienes había escuchado hablar por boca de Hobab. En sus tumbas -se decía-, dibujaron hombres-araña con ocho piernas y dos apéndices; sobre ellas, las esferas representaron al dios Ai Apaec. Seres híbridos como serafines-querubines arácnidos con la cabeza unida al pecho para formar el cefalotórax. Había algo más, un mensaje que protegería la momia del Faraón de la Tierra de Pirua: los NEPHILIM-NEMÂLÂH indican que algo hay de especial e híbrido en la identidad humana.

Al aplicar el comportamiento de los elementales en nuestras esferas interiores –Así habló Hobab-, salta la Quintaesencia de la Profundidad, para hablarnos de un Reino Universal. Nosotros, los hombres, desentrañamos en los ámbitos más complejos y difíciles los secretos de lo Inefable, y con ello, construímos la base para nuestra Ciencia. El Interior nos ha revelado la razón de la Existencia, y da razones para continuar y proteger la vida. Gracias al sentido de cooperatividad -aprendido en la base de la pirámide-, hemos logrado cimentar nuestra civilización. Hemos hilvanado correctamente el derrotero a los acontecimientos del Edén. Ahora depende mucho de nosotros que el equilibrio sublimado permanezca sin alterarse. Ellos –los insectos, las plantas, los animales, las rocas- andan por el cosmos, al parecer, movidos por una convicción inquebrantable, por una fuerza desconocida pero poderosa, la misma que los motiva a construir ciudades enteras y asegurar la continuidad de su especie; actúan como si la arquitectura y la genética fuesen conocimientos innatos.

No fue por idolatría que hombres sabios adoraron a hormigas, sapos, cangrejos y moscas; su actitud fue en realidad una sublime declaración de admiración por la Creación. De la eterna floreciente vida extrajeron el conocimiento de Dios; contemplaron con avidez el modo de vida de las bestias: los amaneceres y las auroras. Vieron en el cosmos una guerra entre los hijos del Agua y los hijos del Sol. Se jugó una partida de Ajedrez entre los antiguos maestros y los nuevos dioses. Advirtieron una Conciencia Superior hablar en lenguaje sutil. No lo podemos negar; los Interiores han sido nuestros primeros maestros. Hemos aprendido mucho de ellos, y ellos, de nosotros. Y ahora, míranos aquí, partícipes del noble e irrevocable propósito de la existencia. Sin embargo, ellos continuarán en la base de la pirámide de la existencia, conformando el piso que sostiene nuestros rebaños y edificaciones más altas, reivindicando su dignidad y el pecado de su mundo. Desde ahí curan, sustentan e inducen el reconocimiento de nuestras facultades; dominan determinados Estadios; tienen voz propia y se relacionan con nosotros aunque no correspondamos a su manifestación, porque la vanidad nos ha cegado: fingimos que somos la cúspide del desarrollo intelectual del universo… Hijo, dime, ¿qué crees que somos sino la bestial naturaleza de Dios?

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(1) Las pirámides pintadas de blanco y ocre reflejaban los rayos solares de Atón Ra, el Sol. El Señor Adón o Atón-Aten fue el adorado dios del faraón Akenatón, el Sol de los primeros judíos no-hebreos que vivieron en la tierra de Goshén, quienes tenían poco contacto con los hebreos de la tierra de Canaán. Tutankatón, gran iniciado y heredero de la fe de su padre, Akenatón, cambió de nombre a Tutankamón (en homenaje al dios carnero Amón) debido a la oposición a que se rinda culto al dios Sol, Atón-, pero a pesar de ello, fue asesinado por los sacerdotes maestros de la verdad y discípulos de la Esfinge.
(2) Cada una de las bajas y soldados heridos se registraron con exactitud milimétrica en la Crónica de las hormigas volumen MCMLVIII, y debo decir con toda franqueza que son inenarrables para los oídos de los hombres. Altamente recomendable es la versión de Paralelos anales relatada en el lenguaje ortóptero de los panegíricos auto-laudatorios de Salmonazar IV, rey de las cucarachas, cuyo capítulo III merece cuidadosa atención por la mención de los líderes de la legión de generales-hormiga muertos por gigantohumanos, así como los muertos y heridos de su propia especie. Existe una versión pseudo epigráfica y bastante incompleta llamada “La Rebelión de las Arañas” cuya autoría es atribuida a Tanatos el Peludo. Llama profundamente la atención la brevísima descripción del arsenal químico usado en aquellas lides, prohibidas por quienes pactaron las cláusulas de la famosa convención internacional de la RERA, siglas de Reintegración Edénica del Reino Animal. Como siempre, fue un rotundo fracaso.
(3) Ella -la esfinge-, una maravillosa obra del intelecto, no cumplía -tan severa y circunspecta desde su posición- una función ornamental: simbolizaba el estado espiritual alcanzado por un pueblo gracias a los siglos de estudio y experimentación dedicados a su ciencia, el Hermetismo. Los arquitectos le ordenaron proteger ese Enigma. La hicieron silenciosa, enemistada con todo lo que fuese claridad. Podemos verla hasta el día de mañana absorta en las infinitesimales regiones del universo, impasible sobre sus dominios, guarneciendo la verdad, esperando el eterno retorno de Sión y Gizah. Ella protegerá los secretos destinados a ser aprendidos sólo por unos cuantos iniciados. Y es que, en el principio, era ella la cristalización de los Registros del Universo, el pasado, presente y futuro de la estirpe faraónica, y por lo tanto, ha estado aquí desde entonces. Muchos de los secretos depositados en la esfinge fueron velados incluso para sus propios sacerdotes. Vendrían a ser hilvanados a través de la especulación o lectura coherente del lenguaje simbólico, o en el astral, dado que, gran parte de la historia de humanidad fue borrada de las paredes de los templos originando las grandes lagunas de la historia.